Rozaduras, heridas, ampollas… nuestros pies prácticamente se han habituado a este tipo de lesiones, las más frecuentes en cualquier persona. Sin embargo, no debemos ignorar una afección de este tipo, ya que además de la molestia, su descuido podría derivar en un problema más serio.
El surgimiento de las ampollas viene en gran medida por la renovación del calzado de una época del año a otra. Los zapatos cambian, la rigidez y la maleabilidad no son las mismas, y nuestros pies se resienten. Es entonces cuando aparecen estas pequeñas lesiones llenas de líquido (vesículas), que producen dolor y malestar en el paciente.
La prevención, en este sentido, es fundamental. Es conveniente colocar apósitos en las regiones más sensibles (dedo pequeño del pie, el talón, etc.) y tratar las zonas afectadas con un poco de crema hidratante.
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