Las deformaciones de los dedos de los pies son uno de los principales motivos de consulta en las clínicas de podología en general. Por ello, hoy, desde Clínica Giménez, queremos que sepáis qué hacer si tengo los dedos de los pies deformados.
Las deformaciones de los dedos pueden ser de muchos tipos. Los más frecuentes son los dedos de martillo, dedos en garra u otras deformidades de los dedos de los pies que son, en algunos casos, menores.
En esta situación, el podólogo necesita determinar las posibles causas del problema empleando toda la información útil en el historial clínico del paciente, así como la que se obtiene de la exploración física y de la valoración de pruebas complementarias, que otorgará al profesional los elementos necesarios para determinar la mejor forma de solucionar el problema de los dedos de los pies deformados.
En función de la gravedad de una deformidad u otra, el tratamiento puede ser tradicional o quirúrgico. Cuando los dedos todavía son flexibles se puede apostar por tratamientos no quirúrgicos como; almohadillas, aplicación de frío local, analgésicos o antiinflamatorios.
Desde un punto de vista genérico, en terapias conservadoras el uso de siliconas a medida, reutilizables en el tiempo y fáciles de mantener o vendajes, suelen ser las formas más habituales de compensar el problema de manera inmediata sin mayores trastornos para el paciente.
Si esto no fuese suficiente el médico podría sugerir realizar infiltraciones de anestésicos y corticoides a nivel de la articulación para aliviar de forma directa o, si persistiera el dolor, optar por la cirugía percutánea para extirpar callosidades y verrugas plantares.
Cuando la rigidez es importante y el dolor incapacita al paciente, se requiere cirugía correctora. Esta se realiza a través de diversos procedimientos en función del grado de deformación; osteotomía (extirpación del hueso), artroplastia (devolver movilidad a la articulación), artrodesis (fusión de la articulación) o transferencia tendinosa.
Si se opta por la vía quirúrgica cuando la deformidad no puede abordarse de forma conservadora, y especialmente, cuando el problema suponga un conflicto serio con el calzado o el paciente perciba un dolor asociado que pueda llegar a ser invalidante.
En cambio, normalmente este tipo de intervenciones no requieren largos postoperatorios, ni suponen un gran problema para los pacientes ya que el alta no se suele demorar en el tiempo y lo resultados son en la mayoría de casos muy óptimos y satisfactorios.